12 feb 2019

SOROGAIN. Buenos augurios.



Llega el sábado y sin mucho madrugar, pese al ansia por llegar, y después del indispensable almuerzo, aparcamos en Sorogain. Todo apunta a que algo de nieve encontraremos... nieve en las cunetas, cara norte y mas altura... Y efectivamente, a los 5 minutos de arrancar a andar empieza la risa madre: nieve cada vez mas alta, mas blanda y mas resbaladiza. 


Ya en el agujero y con los pies mojados empieza lo bueno. Repartimos la faena y empezamos a topografiar la galería principal y los primeros ramales, en el primer pozo decidimos no bajar porque el piso inferior tendrá muchos goteos, así que continuamos topografiando y enseguida el ansia por explorar nos puede y aparcamos el disto. 



Exploramos por grupos varias galerías, y al rato nos juntamos sin querer habiendo encontrado el primer cortocircuito. Todos tenemos buenas noticias, galerías que revisar, pozos que instalar, chimeneas... ¡¡un sin vivir!! Con la emoción no nos damos cuenta de que son ya las 5 de la tarde y mientras echamos un trago de agua y un puño de frutos secos decidimos para dónde tirar. Todos excitados y espitosos queremos ir a donde hemos estado antes e intentamos convencer al resto, pero hay que elegir. Volvemos a repartir tareas y mientras dos grupos topografían otro instala uno de los pozos. Nos juntamos al rato en la base y vuelta a separarnos para explorar... Otra vez todos queremos taladro y cuerda, pero la broca parte en el mejor momento, entre zarpazos de oso, con un buen pozo que se bifurca en 3 galerías, una escaladita encima con buena pinta, ganas de no parar, de llamar al Gautxori y que nos suban unos bocatas. Pero la cordura esta vez gana y abandonamos (hasta el próximo sábado como mucho) con 400 metros de topo, mil y una incógnitas y muchas ganas de situarlo en el mapa y ver si estamos cerca de unir con alguna otra cueva. 

Zarpazos de oso.
Meandro desfondado.

Pozo de los zarpazos.


La vuelta a las furgos no la hacemos con mucha mas dignidad que la subida, parece que un francotirador nos acecha. De uno en uno vamos probando suelo hasta acabar molidos, eso si, las botas y los bajos del buzo limpísimos. 



Mientras limpiamos en la regata los bártulos pensamos a ver dónde nos pueden dar de cenar a las 11 de la noche y acabamos en bucle, cenando un bocata en donde habíamos almorzado 13 horas antes:

-¿Qué venís, de hacer travesía?
-No, de una cueva.
-¡Ah!, y ¿qué tal se estaba? Yo creo que bien porque no tenéis mala cara, ni rasguños, ni nada...
 (Si tu supieras... Hoy ha sido un buen día, un muy buen día, un día de los que hace AFICIÓN)
-Bien, se estaba bien. Prepara otros 6 bocatas iguales para el sábado que viene, por favor.




Texto y fotos borrosas: Zuriñe.

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